jueves, 19 de mayo de 2016

No entiendo.



Atrapada. Perdida. Desconcertada. No sé qué hago en este mundo. Mi mundo no tiene sentido más que cuando pienso en el bien, en el mal. En la justicia, en la política o la educación y la sociedad. Porque no tengo vida. Me refugio en el intento de pensar una forma de hacer más pasable la vida de los demás. ¿Dónde quedo yo? ¿Por qué me permito reducirme a nada? ¿Por qué me siento como un agente externo al mundo que solo observa pero no tiene derecho a interactuar con aquellos de quien pretende cuidar? No respeto mis sentimientos, ni los entiendo. No actúo sobre ellos, no digo lo que pienso. Veo a todos hacer parecer que el amor es algo simple. Cada vez que terminan con alguien, al otro día están con alguien nuevo. O no terminan y sólo son felices. Y yo observo. Observo al mundo girar, observo a los demás ser felices y amarse unos a otros de una manera que ignoro y admiro. ¿Por qué no soy capaz a dejarme ir? ¿Por qué no me considero suficiente para cualquier persona que me interesa de alguna manera? Por qué, no entiendo. No entiendo por qué mi mayor esfuerzo es reprimir y censurar mis propios sentimientos, por qué siento que los que pasa con los demás es válido pero lo mío es ridículo. No entiendo. No entiendo la soledad.

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